Siempre he considerado que conocer a Mari era sumamente improbable. Ella había pasado toda su vida en España y por casualidad decidió venir a Manchester a aprender inglés durante un breve periodo de 6 semanas. Mientras tanto, tuve suerte después de enviar montones de correos electrónicos a profesores en todo el país, con la esperanza de conseguir unas prácticas y, afortunadamente, conseguí una en la Universidad de Manchester. Es sorprendente pensar en los diferentes caminos que podríamos haber tomado. Mari podría haber elegido cualquier otra ciudad en Inglaterra o cualquier otro país, y yo podría haber terminado fácilmente de regreso en casa durante el verano. Nuestros mundos podrían haber permanecido separados y nunca se habrían cruzado.

Sin embargo, el destino tenía otros planes. Fue en una cocina vacía de la residencia universitaria en julio cuando Mari me sorprendió por detrás mientras lavaba platos, dándome un buen susto. Aún recuerdo ese momento incómodo cuando intenté impresionarla con mis habilidades básicas de español, confundiendo el cous cous con el arroz. En ese momento, estaba convencido de que no le interesaba en absoluto. Estaba tan convencido de ello que no pensé que ella querría que le mostrara dónde conseguir aceite de oliva (¡tan español!) al día siguiente. Sin embargo, después de reunir el coraje para pegar en su puerta, ¡me alegré al encontrarla lista para acompañarme!

Pasamos todo el día juntos, deambulando sin rumbo por la ciudad, explorando y teniendo conversaciones interminables. Después de seis semanas juntos, al despedirnos en el aeropuerto cuando ella regresaba a Málaga, no pude evitar decirle que la quiero. A partir de ese momento, el resto es historia. Más de una década después, estoy tan feliz de casarme con la única persona en el mundo con quien puedo pasar cada momento sin cansarme nunca de ella.